RETÓRICA Y FILOSOFÍA

  1. La retórica
  2. La Retórica de Aristóteles
  3. ¿Puede el orador defender causas injustas o malvadas?
  4. Consejos de Séneca para el orador

1. RETÓRICA

Los seres humanos nos comunicamos de múltiples maneras y con infinidad de personas, incluso con nosotros mismos. Prácticamente cualquier cosa sirve para transformarla en un medio para llamar la atención de otros. Nuestros vestidos, el peinado, la decoración del rostro o las manos tienen más que ver con intentos de comunicación que con higiene o confort o nuestra propia fisiología.

Sin embargo, entre las diversas maneras de comunicación que utilizamos los humanos, la que nos caracteriza y ofrece mayores posibilidades de interrelación es la comunicación oral.

Comunicación oral

La comunicación oral tiene varios objetivos o funciones, que van desde la expresión artística hasta la demanda de información, la comunicación política o la solicitud de las cosa que se precisan, pero en último extremo siempre procura influir sobre los demás de alguna manera. Este deseo, es más, esta necesidad de influir en otro y conseguir algo de ellos, nos acompaña a los seres humanos desde el nacimiento. Forma parte de nuestra naturaleza, de la manera en que hemos ido evolucionan y luego educándonos.

El lenguaje de los seres humanos

Constantemente nos expresamos a través del lenguaje con todo tipo de gente, desde nuestros más allegados hasta las personas a quienes pedimos la hora de paso en apenas un segundo o aquellos a quienes dirigimos una presentación en el trabajo. En todos esos casos, pretendemos conseguir algo mediante la palabra: información, aprecio, comunicación… El lenguaje es nuestra manera de poner en contacto nuestro mundo con el mundo de las demás personas.

Entrenamiento de la comunicación

Se desarrollará según el “entrenamiento” que hagamos, el empeño que pongamos en ello. Los deportistas no confían solo en su naturaleza, sino que dedican mucho tiempo y esfuerzo para mejorarla, para ponerse en forma y mantenerse en ella. Detrás de un atleta hay muchas horas de trabajo y preparación, años de continuo empeño. Igualmente sucede con un buen músico, o un científico o un médico y con un buen orador.

Capacidad de persuasión gracias a la comunicación oral

Uno de los intentos más constantes de nuestra comunicación oral consiste en persuadir a otros para que se acomoden a nuestros pensamientos, para conseguir que hagan algo, para cambiar su opinión. Incluso quienes parecen más alejados de pretensiones inmediatas y prácticas, como los filósofos, quieren al menos que alguien les escuche y, por tanto, influir en ellos de alguna manera. Nadie habla por hablar, ni para dejarlo en el vacío, sino para conseguir algo mediante esa comunicación.

La persuasión no es el intento de engañar, como a veces se supone, eso forma parte de otro tipo de intenciones que se puede encontrar a jugar, vender, negociar, enseñar, informar o en cualquier otra actividad humana. La persuasión intenta hacer que quien nos escucha acepte nuestros argumentos y actúe en consecuencia, siempre mediante el lenguaje y en libertad, sin la cual ni existe propiamente la retórica. La violencia es ajena al objetivo de la oratoria. Por eso, la persuasión mediante la palabra es un ejerció de libertad por ambas partes, la de quien la ejerce y puede no ser escuchado, y la de quien la recibe y puede dejar de escuchar.

La retórica, estudio y comprensión del lenguaje

Los antiguos desarrollaron una de las grandes creaciones de la antigüedad en el estudio y compresión del lenguaje, así como de su utilización. Intentaron analizar y averiguar los procedimientos de todo tipo que se podían emplear con el lenguaje y alrededor del mismo para conseguir la persuasión. Lo llamaron retórica, que los latinos tradujeron por oratoria. Actualmente lo nombramos de manera menos precisa como “comunicación”, o “comunicación eficaz” o “arte de hablar” o incluso como “presentaciones eficaces”.

El entrenamiento, unido a la capacidad propia de cada persona, hará que quién intente y se esfuerce en la senda de la oratoria, mejore sus capacidades comunicativas y persuasivas.

2. LA RETÓRICA DE ARISTÓTELES

Un manual de oratoria para hablar con eficacia y persuasión.

Entre el legado que los griegos ofrecieron a la cultura occidental, sobresale sin duda la retórica como estudio teórico sobre el lenguaje y habilidad práctica para hablar, arte de hablar o, como la define Aristóteles: “Sea la retórica la facultad de hallar en cada caso lo adecuado para producir persuasión”. Es decir, la capacidad para conseguir hacer efectiva la trasmisión de ideas mediante el lenguaje e influir en los otros.

Retórica y democracia
La retórica se hace necesaria cuando la vida en la ciudad, la política, se organiza en torno a la asamblea y cuando en los tribunales de justicia es preciso hablar para defender los casos. Es decir, que la capacidad de hablar de manera persuasiva nace de la entraña misma de los procedimientos democráticos que aparecieron en Grecia. Y en ellos se desarrolla y hace fuerte. Ni hubo ni podía haber retórica en regímenes predemocráticos como en Egipto o Persia. Allí se apreciaba el hablar elegante, pero no el intercambio y lucha de ideas que se produce en la confrontación democrática.

Manual para hablar
En Atenas, acompañando a la democracia y a los litigios ante los jueces, se desarrolla la retórica de manera especial, aparecieron escuelas donde se enseñaba y también manuales para aprender. La Retórica de Aristóteles es el más antiguo manual que se conserva sobre este asunto. En efecto, la Retórica es un manual, es decir, pretende enseñar a utilizar la retórica, aunque como buen filósofo también trata de fundamentarla. La compuso alrededor del año 338 a.C.
¿Puede este libro seguir interesando a los lectores y oradores de hoy? Sí, y mucho, al igual que la Poética, el libro que trata sobre la tragedia y que se sigue utilizando como manual para aprender a hacer y valorar el teatro e, incluso, como un buen libro lleno de ideas para guionistas de cine y televisión.

El arte de la persuasión
La Retórica de Aristóteles se divide en tres libros.
En el primer libro define Aristóteles la retórica y la trata como técnica: un arte sujeto a reglas, más allá de la mera experimentación. Y si es arte se puede enseñar y aprender. Su finalidad es producir la persuasión. Describe los medios con los que cuenta para ello, a los que divide en artísticos, es decir, según el arte del orador, como los procedimientos para elaborar argumentos, entimemas (un tipo especial de silogismo) y ejemplos; y medios no artísticos: leyes, testigos, contratos, confesiones bajo tortura y juramentos.

Distingue tres tipos de persuasión, la basada en el orador, es decir, aquella que surge de las cualidades propias del orador; aquella que proviene de mover las emociones y pasiones de los oyentes; y la que se basa en la lógica, en el intelecto y los argumentos. También habla aquí de diversos tipos de discursos.

El público y el orador
El libro segundo se ocupa de la relación entre el público y el orador. estudia el carácter del orador y las emociones o pasiones del oyente. Analiza la ira, la serenidad, del amor y el odio, del temor, de la vergüenza, del favor, de la compasión, de indignación, la envidia y la emulación. A continuación estudia los caracteres, algo de especial importancia para conocer al público ante el que se habla.

Decir el discurso
Por fin, en el libro tercero, trata de la parte que podríamos llamar la elocución. Se preocupa de la buena dicción y también analiza el estilo, del que destaca la facultad esencial de la claridad . Ya para terminar, analiza cómo hay que ordenar un discurso en exordio, narración, demostración y epílogo.

Muy recomendable
En conjunto resulta un manual muy útil para pensar en los diversos factores que contribuyen a que el hablar sea efectivo, no sólo mediante el aprendizaje de reglas o recetas para aplicar en toda ocasión, sino porque induce a pensar acerca de los procesos que llevan a la persuasión. Eso es algo que falta a los manuales al uso para oratoria, que se pierden en la casuística y en dar rectas fáciles antes que en analizar el uso y la función del lenguaje para producir persuasión. Su lectura reposada da pautas para entender el complejo proceso que lleva del lenguaje a la persuasión.

3.¿PUEDE EL ORADOR DEFENDER CAUSAS INJUSTAS O MALVADAS?

Al orador/abogado se le presenta una objeción decisiva, la de si defender y cómo defender causas injustas o a los culpables conocidos y ciertos de delitos. En ese caso, se podría suponer que el abogado de parte sustentaría de alguna manera los actos delictivos o las injusticias que han cometido los inculpados. En esta consideración se encuentra el origen de algunos reproches a la retórica por parte de la filosofía, en tanto que esta última sólo defendería la verdad y la otra se acomodaría al contexto, aunque ambas no dejan de ser, sin embargo, afirmaciones retóricas.

malo

Quintiliano, siempre atento a la fórmula concreta de probar sus argumentos, razona primero exponiendo claramente la objeción:

«Pero me parece que ya estoy oyendo a algunos (porque nunca faltará quien quiera ser más bien elocuente que hombre de bien) que me dicen: Pues ¿para qué es tan grande el arte de la elocuencia? ¿Por qué hablas de los adornos del discurso, de la defensa de las causas complicadas, alguna vez también has hablado de la confesión del reo, a no ser que alguna vez la fuerza y la capacidad de hablar triunfen sobre la misma verdad? Porque un hombre de bien no defiende sino los pleitos justos, y estas tienen defensa bastante en la misma verdad, incluso sin entrenamiento retórico» Inst. XII, 1, 33

Y esta es su respuesta:

 «Porque si muchas veces es acto heroico matar a un hombre y alguna vez es cosa muy honrosa matar los hijos, y si se permiten hacer cosas aún más terribles de decir si lo exige el bien común, no hay que considerar aquí solamente la causa que defiende un hombre de bien, sino que hay que mirar también por qué razón y con qué objeto la defiende.» Inst. XII, 1, 37

«Además de esto, ninguno pondrá duda en que si los delincuentes pueden de alguna manera cambiar su modo de pensar para enmendar su vida, como a veces se concede que lo pueden hacer, estará más en el interés del Estado el salvarlos que el castigarlos. Por tanto, si el orador ve claro que este, al que ahora se acusa de delitos ciertos, puede llegar a ser un buen hombre, ¿no procurará sacarle libre?» Inst. XII, 1, 42

Esto es lo que permite defender causas que pueden ser consideradas improcedentes, injustas o incluso malas moralmente, en tanto que el orador atiende no sólo a su propio carácter moral, sino también a la propia causa y a con qué objeto se defiende la persona implicada en ella. Porque defender a un asesino para conseguir justicia es loable acción, no ya por los efectos que produjo el inculpado, sino por el bien que se deriva de la finalidad de la acción de la defensa.

Si viviéramos en el mundo ideal platónico o en el exacto y claro de las matemáticas y la lógica, no habría problema, pero vivimos entre humanos, donde la verdad resulta en innumerables ocasiones inverosímil.

«Pero también es necesario dar reglas, y enseñar de qué manera han de tratarse las cosas que son dificultosas de probar. Porque muchas veces aun las mejores causas se parecen a las malas, y un inculpado inocente es acusado de muchas cosas que tienen apariencia de verdad; de donde resulta que debe ser defendido observando el mismo método que si fuera culpable. Además de esto, hay innumerables cosas que son comunes a las causas buenas y a las malas, como son los testigos, los documentos escritos, las sospechas y las opiniones. Y los hechos verosímiles se prueban y se refutan del mismo modo que los verdaderos. Por esta razón se dirigirá el discurso, según el asunto lo requiera, conservando siempre una recta intención.» Inst. XII, 1, 45

Se puede consultar mi artículo, del que procede este resumen, en “Guía de oratoria forense. El orador perfecto”. Iuris nº 220, septiembre (II) 2014, 23-25.

4. CONSEJOS DE SÉNECA PARA EL ORADOR

Estas frases están tomadas de la colección de Cartas  a Lucilio, excepto la última, que es de su libro titulado Sobre la ira.  Las Cartas a Lucilio son una serie de epístolas que Séneca envió a su discípulo y amigo Lucilio. En ellas habla de mucho temas, también de retórica. Dejo aquí algunos extractos de esas cartas, que aconsejo encarecidamente leer. Se pueden encontrar explicados en mi artículo “Aproximación a la retórica de Séneca», publicado en la revista Helmántica, nº 191, enero 2013.

(Ep quiere decir “carta”, en latín epistola, se cita el número de la carta y el apartado de la misma en que está la frase. La traducción del latín es mía)

seneca
Séneca. Dibujo de Rubens

Ep 24.19: “Es vergonzoso decir una cosa, pensar otra: ¡cuánto más vergonzoso escribir una cosa, sentir otra!”

Ep. 40, 2: “Esto no lo apruebo en un filósofo, cuya pronunciación debe ser también, como la vida, comedida”

 Ep. 40, 2: “Por eso Homero atribuya la palabra apresurada y sin interrupción al orador joven, al viejo la suave y más dulce que la miel”

Ep 40,4: “Añade ahora que la elocuencia que se dedica a la verdad debe ser sin artificio y simple. La dirigida al pueblo nada tiene de verdad, intenta mover a la turba y arrastrar con su fuerza los oídos incautos…”

Ep. 40, 8: “El orador vaya tan deprisa y se apresure cuanto puedan asimilar los que le escuchan”.

Ep. 40, 12: “Esa fluidez del discurso la apruebo, no la exijo en el hombre sabio: que su discurso salga sin tropiezos, pero prefiero que fluya con mesura antes que corra”.

Ep 40, 14: “Corolario de lo dicho es: que te mando ser lento en el hablar”.

Ep 52, 14: “Pero que se conmuevan tus palabras por el asunto, no por el estilo; de lo contrario les perjudica la elocuencia, si no conduce al deseo de las cosas, sino de sí misma”.

Ep 75, 5: “No deleiten nuestras palabras, sino que aprovechen, Si, no obstante, puede utilizar la elocuencia sin esfuerzo, si está ya dispuesta o cuesta poco trabajo,  que se haga presente y traiga consigo las más bellas cosas, pero sea tal que muestre las cosas más bien que se muestre a sí misma. Todas las demás artes pertenecen al ingenio, aquí se trata asunto del espíritu”.

 Ep. 75, 1: “Te quejas de que te envío las cartas poco esmeradas. ¿Sin embargo, quién  habla esmeradamente sino quien quiere hablar afectadamente? Como sería mi conversación si algo consideráramos o paseáramos juntos, poco preparada y fácil, quiero que sean mis cartas, que nada tienen de rebuscado ni fingido”.

82,24: “Agudas son estas cosas que dices: nada es más agudo que una arista. A algunas cosas  vuelve inútiles e ineficaces la misma sutilidad”.

Ep. 114,1: “Para los hombres tiene que ser igual la manera de hablar que la vida”

 Ep 115,1: “No quiero, mi Lucilio, que estés excesivamente preocupado por las palabras y la composición… Piensa qué escribir, no de qué modo”.

 De Ira 1, 6, 33: “Así, al guardián de de las leyes y al jefe de la ciudad conviene, mientras pueda, curar los espíritus con palabras, y con las más suaves, para que persuada de lo que se ha de hacer, atraiga los espíritus hacia lo justo, promueva el odio al vicio y el valor de las virtudes; pase después a un discurso más severo, que aún advierta y repruebe; por último, acuda a los castigos, pero leves todavía…

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