ESTRATEGIAS DE ELABORACIÓN DEL DISCURSO

       

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0. Antes de empezar

  1. Preámbulos del discurso
  2. Pensar lo que se dice
  3. La persuasión
  4. El humor en la oratoria
  5. Las W questions, es decir: quis, quid, ubi, quibus auxiliis, cur, quomodo, quando

 

0. ANTES DE EMPEZAR

PENSAR     

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LEER

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ESCRIBIR

 

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Puede parecer extraño que las primeras indicaciones para un orador sean esas, antes que hablar de la presentación, posición del cuerpo, los ojos y las manos, que es lo que se suele hacer.

Incluso parece que en eso consiste ser un orador, en saber mover las manos y templar la voz. Las múltiples elecciones que estamos padeciendo en España nos proporcionan ejemplos de análisis de discursos que se quedan en la corteza de los mismos, otros, ciertamente, que indagan en lo que esos discursos tienen de persuasivos.
 

La actuación es una parte de la oratoria considerada ya desde los clásicos, junto a:

 
 
  • Intellectio                Pensar el tema a desarrollar

  • Inventio                   Encontrar argumentos e ideas

  • Dispositio                Saber ordenar esos argumentos e ideas

  • Memoria                 Ejercitarla para ser eficaz para hablar 

  • Actio                       Decir el discurso de manera adecuada al auditorio

 

El orador auténtico domina estas fases

 

1. PREÁMBULOS DEL DISCURSO

Antes de comenzar a decir un discurso hay una serie de operaciones de máxima importancia: establecer sus objetivos y la empatía con el público.

Un discurso se asemeja a un ser vivo. Ya Platón dijo algo parecido hace 2.500 años, y quizá sea la mejor definición que se ha dado nunca en su brevedad y certeza. En efecto, un discurso no consiste sólo en palabras puestas en cierto orden, sino en una estructura organizada en sus elementos y objetivos. Es decir, hay que saber buscar la manera de hacer el discurso, cómo decirlo y para qué.

Objetivo del discurso
A la hora de planear un discurso, una intervención pública, conviene comenzar por el final, es decir, por lo que se quiere conseguir, por considerar el objetivo para el que se hace intervención hablada. Este objetivo debe ser la guía de todo el proceso, porque según su definición, así será el discurso que hagamos. Aristóteles estableció la primera división de los discursos según los oyentes a los que iban dirigidos. Si el oyente era un juez, discursos judiciales; si una asamblea, discursos deliberativos; si se pronuncia con el objetivo de poner en juicio algún asunto frente a quienes interesa, entonces demostrativo.

Cada uno de los tipos de discursos, ciertamente más que los que señaló Aristóteles en su división tripartita y omnicomprensiva, observa un tipo de objetivos. Respecto a ellos se eligen los argumentos y las diversas formas elocutivas, porque la persuasión se obtiene ajustando las claves posibles de elaboración del discurso al contexto donde este se ha de desarrollar.

El público
El estudio del público al que se dirige el orador es el punto de partida necesario y vital. Puede variar desde un público muy conocido, como los compañeros de trabajo o los amigos en una reunión social, hasta desconocido por completo, como ocurrirá en una conferencia abierta a la que no se sabe qué personas asistirán. Aristóteles, en el libro segundo de su Retórica da algunas observaciones interesantes sobre cómo adaptarse a los diversos públicos.

Empatía
No está de más que quien tiene que hablar en público se prepare para tener la suficiente destreza de juicio como para acercarse al público al que se va a dirigir. La empatía es virtud necesaria para el orador, porque le permitirá vencer esas barreras que dificultan las primeras ocasiones en que entramos en contacto con otras personas o en mantener una relación de una cierta intensidad con quienes llevamos ya tiempo en relación.

Claves de empatía
Se pueden proporcionar ciertas claves para conseguirla. No son trucos ni técnicas automáticas, pero sí se pueden entrenar. Quizá la más sencilla consista en preocuparse por los demás, es decir, procurar la impresión de que los demás centran nuestra atención. Si nos dirigimos a compañeros más o menos cercanos, el juicio residirá más bien en nuestro quehacer cotidiano, pero si se trata de una conferencia o presentación, podemos inducir esa cercanía mediante ciertos recursos de aproximación.

Uno de ellos consiste en iniciar nuestra conferencia o discurso haciendo referencia a nuestros oyentes, a su generosidad en dedicarnos su tiempo, o su esfuerzo en escucharnos. En ciertos discursos se hace referencia al lugar donde se habla, a la empresa en la que trabajan los oyentes, a su situación social profesional. No hay recetas, salvo la de buscar el motivo que nos pueda acercar al público que escucha en cada ocasión.

Presentación del orador
La propia presentación del orador también causa efectos en su auditorio. No sólo el cuidado de la apariencia personal, que, por supuesto, debe procurarse siempre, sino también la manera de hacerse ver en esos primeros contactos. Es un efecto psicológico que las primeras impresiones malas son muy difíciles de variar, mientras que las primeras impresiones buenas, abren de alguna manera el contacto con quienes acabamos de conocer o ante quienes se presenta por primera vez. El contacto sereno, la mirada sobre el auditorio, el rostro agradable y atento a lo que está pasando, a las personas que llegan y se sientan, a quienes ya están desde hace un rato esperando, proporciona unas primeras condiciones de atención y acogimiento que le resultarán efectivas para el desarrollo posterior.


2. PENSAR LO QUE SE DICE

Antes de hacer y decir un discurso son necesarias ciertas operaciones de preparación.

A la hora de confeccionar y pronunciar un discurso o intervención pública entran en juego varias fases de preparación, a las que se conoce como operaciones retóricas. A lo largo de la historia, la retórica desarrolló el método de elaboración integral del discurso, desde su origen en el pensamiento hasta su elocución.

Inventio

La primera de las operaciones retórica clásicas se llama **inventio,** que se puede traducir por “hallazgo, encuentro, descubrimiento”. Consiste en el momento de buscar y encontrar los argumentos, pruebas y ejemplos, figuras que en el discurso se van a poner en práctica. Es un momento y operación anterior a las partes más vistosas, como la pronunciación del mismo, pero esencial para que todo transcurra eficazmente.

Intellectio

Algunos autores señalan una operación anterior, denominada //intellectio//, que consiste en comprender el asunto propuesto. Hay que tener presente que cualquier acto comunicativo comienza con unas actividades cerebrales internas de aquel que en el proceso de comunicación se denomina emisor. Esas actividades son puramente subjetivas y ocurren en la intimidad de los procesos mentales de la persona. En esa operación de intellectio hay que comprender el asunto de que se trata, es decir, de aquello que se propone o de lo que se va a hablar, en su integridad, asignándoles las categorías correspondientes y haciendo su estructura lógica para poder responder a la misma en la posterior intervención.

Precisión del tema

Los antiguos, con respecto al discurso judicial, distinguían si de lo que se debía hablar era una //quaestio infinita,// es decir, una cuestión general o tesis, o una quaestio finita, cuestión concreta o hipótesis. El objetivo inicial de la comprensión de algo consiste en situarlo en el mundo del orador. Si es una cuestión general, la argumentación funcionaría de manera distinta a si es una cuestión concreta que se pueda detallar con más precisión, recurriendo a ejemplos concretos.

Esa situación general de los problemas se amplía y especifica con varias concreciones, detallando cada uno de los aspectos de lo que se va a tratar. Siguiendo con el ejemplo de los antiguos, referido a los juicios, distinguían si un asunto que se iba a someter al tribunal estaba en status coniecturae, es decir, la determinación de los hechos, status finitionis, la denominación de legal de lo que había sucedido y su definición, el status qualitatis, la definición legal y el status translationis, en caso de recusación o impugnación de la causa.

Todavía precisan más lo que se ha de establecer con la intellectio, como hace Sulpicio Víctor, escritor del siglo II, añadiendo que mediante ella hay que precisar la especie, el modo de la causa de que se trate en cada momento y sus grados de credibilidad.

Sin entrar en esos detalles técnicos de la retórica, la intellectio permite al orador conocer aquello de lo que va a tratar y sobre la que va a construir el discurso, así como evaluar y partir con suficiente fuerza de la situación prerretórica en la que está situado.

Pensar el discurso

Una de las claves de la elaboración de una intervención estriba en el tiempo dedicado a su elaboración, no sólo a escribir o a ensayar, sino sobre todo a pensar la cuestión. Este aspecto de la oratoria suele ser de los menos atendidos, e incluso no se toca en los manuales que se pueden consultar sobre el tema. Se pasa por alto que tener un método para afrontar los problema de reflexión sobre los más variados asuntos constituye una fuente de capacidad para posteriores operaciones y la manera adecuada de afrontar los problemas.

Esta operación, la de pensar sobre lo que tenemos que tratar o decir, es de extremada importancia no solo para la oratoria, sino como punto de partida de nuestra comprensión de la realidad, de ahí que en la raíz de todo procedimiento comunicativo, antes que el dominio formal o las características artísticas, se encuentre la meditación y reflexión acerca de las cosas.

 

3. LA PERSUASIÓN

La eficacia de la comunicación mediante la palabra se consigue al informar, deleitar y persuadir cuando se habla.

El término comunicación (106.000.000 de entradas en Google) ha adquirido hoy tan gran amplitud que prácticamente todo es comunicación. Hay quien piensa que no se puede no comunicar. Múltiples formas de comunicación bombardean de manera constante, sobre todo a través de imágenes, por lo general muy rápidas y fugaces; sonidos, eslóganes y canciones; textos escritos que aparecen de repente, como sucede en Internet.

Comunicación oral, la retórica

La comunicación mediante la palabra tiene unas exigencias y características propias, sobre todo al referirse a la palabra hablada. Esto se hace más patente cuando el discurso se pronuncia delante de oyentes, en contacto con ellos. En esos casos, la exigencia sobre el orador aumenta, pues no se puede refugiar en el anonimato de la radio o apoyarse en otros recursos que proporciona, por ejemplo, la televisión.

Por eso se deben tener muy claros los objetivos del discurso y actuación. La antigua retórica señaló que todo discurso debe tener presentes los objetivos de enseñar, informar (docere), agradar (delectare) y persuadir (movere). ¿Qué querían decirlos oradores griegos y latinos con esas palabras, de manera que podamos aprovechar su fuerza?

Informar, quien escucha tiene que aprender algo

Los oyentes esperan aprender algo, no necesariamente algo nuevo, puede ser una distinta luz sobre un asunto, otra manera de enfocar los problemas, una forma original de exponerlos. Lo que no quieren es oír siempre lo mismo de la misma manera, ni que les hagan perder el tiempo. Quien escucha tiene que aprender algo, sacar rendimiento del esfuerzo y la atención prestados. Cuando se habla, se causa efectos en los demás; los oyentes esperan esos efectos. El discurso no puede pasar como quien oye llover, ese sería su peor defecto.

Deleitar, el orador debe evitar aburrir a la audiencia

Pero no hay que olvidar que el aburrimiento es el gran enemigo del orador. Por tanto, el discurso ha de ser capaz de deleitar, de mantener la atención de manera activa mediante los gestos, la voz y, sobre todo, un lenguaje cuidado y elegante. Debe hechizar a aquel que escucha, aunque éste no sepa de donde procede ese embrujo. Como sucede con la música, que conmueve el ánimo, entristece o alegra, relaja o enerva, incluso sin ser capaz de juzgarla técnicamente.

La literatura específica de cada profesión, hace más experto y mejor en ese terreno, pero solo con la lectura de novelas, poesía, filosofía, áreas distintas a la que nos es más inmediata, se amplían los horizontes mentales y se consigue un lenguaje cada vez más rico y original. La conversación también se tornará más atractiva y chispeante, porque tras las nuevas palabras caminan nuevas ideas.

Este pequeño ejemplo ilustra las afirmaciones anteriores:

  • Este año, los resultados de nuestra empresa han sido importantes.
  • Este año, los resultados de nuestra empresa, de nuestro trabajo y esfuerzo, han resultado excelentes.
  •  

¿Por qué no proporcionar ese toque humano, casi de felicitación? ¿Por qué no dar calidez a la frase con la alusión personal al trabajo y esfuerzo conjunto? ¿Por qué no evitar la manida palabra “importante” por otra más apropiada y novedosa como “excelente”?

Persuasión, trasmitir de modo eficaz los propósitos e intenciones

Por último, el tercer vértice se refiere a la persuasión. Se trata, en suma, de trasmitir eficazmente propósitos e intenciones, de manera que los demás se muevan en esa dirección. La persuasión se asienta sobre la libertad y capacidad de decisión de las personas. No es coacción, ni insistencia, ni orden o instrucción obligatoria. Intenta reunir y potenciar los recursos que tiene una persona cuando habla a otra para producir un cambio en los pensamientos o actitudes de otro, acudiendo a su capacidad de razón y de emoción.

El grado de persuasión varía según las circunstancias y los propios objetivos. En unas ocasiones, solo se intenta un informe claro y preciso, en otras que alguien acepte una propuesta, o que un cliente cierre una venta. De la concreta percepción y elaboración de los objetivos dependerá en gran medida la consecución de los mismos. De ahí que sea tan necesario plantearlos y pensarlos con antelación. Luego seguirán las diversas estrategias para conseguirlos.

El oyente debe sentirse a gusto

La venta, el voto, el respaldo de una propuesta, el apoyo a un proyecto surge como efecto de la combinación de los tres factores expuesto, de que el oyente o interlocutor se haya sentido a gusto personalmente y con la manera de exponer, que se le hayan abierto nuevas perspectivas sobre lo que se haya tratado y que de ahí naciera el convencimiento de lo razonable y positivo de la posición expuesta.

 

4. EL HUMOR EN LA ORATORIA SEGÚN QUINTILIANO

 

Quintiliano dedica no poca atención al humor y a la risa.

El humor caracteriza un rasgo de estilo de reconocida importancia y que causa efectos notables. Lo denominamos humor, gracia o vis comica, y se puede graduar desde la sonrisa mental hasta la risa franca, con sabrosos frutos:

  • Disuelve los afectos tristes
  • Relaja la atención
  • Renueva el interés
  • Recupera del hastío
  • Alivia el cansancio

“Hay otra virtud contraria a la comentada de la compasión, que moviendo al juez a la risa, disuelve los afectos tristes y con frecuencia aparta la atención intensa de las cosas, y en muchas ocasiones renueva el interés y lo recupera del hastío y del cansancio.” Inst. VI, 3, 1

Pero este recurso ha de ser usado con prudencia y sólo si se tiene una cierta seguridad en las propias capacidades para provocarlo, para evitar caer en el exceso, en el ridículo o, lo que sería imperdonable, en atraernos la opinión contraria y la deshonra.

“Aparece en primer lugar una gran dificultad, que lo ridículo suele ser falso (y esto es siempre mezquino), a menudo desfigurado a propósito, nunca respetuoso con el honor.” Inst. VI, 3, 6

 En último extremo, desconocemos los mecanismos de la risa, pero sí advertimos que hay personas que tienen facilidad para provocarla y otras que no, al menos de sugerir una visión cómica de las cosas, para lo cual no sólo se atiende al lenguaje, sino a la actuación íntegra del orador.

“Pues pienso que no ha sido explicado por nadie, aunque muchos lo han intentado, de dónde procede la risa, pues no solo ocurre por algo hecho o dicho, sino también a veces la provoca algún movimiento del cuerpo.” Inst. VI, 3, 7

“Así pues, la risa nace del cuerpo del adversario,  o de su interior, que se conoce por sus hechos y dichos, o de otras cosas ajenas a esto.” Inst. VI, 3, 37

“Además, no se mueve a risa por una sola razón, ni solo por algo agudo y gracioso, sino en ocasiones por cosas necias, airadas, tímidamente dichas o hechas.” Insti. VI, 3, 7

“Pero es mayor (la gracia) cuando parece no querer provocar la risa, pues nada hay más insulso que lo que se dice como si ya tuviera gracia.” Inst. VI, 3, 26

Propone Quintiliano abundantes ejemplos de recursos a lo risible, cómo fueron provocados por los oradores y sus efectos, pero acaso podríamos resumir la causa tan esquiva a descripción en la siguiente afirmación:

“Y, por Hércules, toda el arte de hablar con gracia reside en que se hable de manera distinta a como es normal y verdadero. Esto se consigue inventando las convicciones propias o ajenas, o afirmando cosas imposibles de hacer.” Inst. VI, 3, 89

No se debe menospreciar este recurso bien utilizado, y entendiendo que el orador no es un actor y que el abogado no puede ni debe ser tachado de histriónico, por eso indica Quintiliano varias cautelas:

“No le va nada bien al orador un rostro ridículo y  como de los que se suelen reír en los mimos.” Inst. VI 3, 29

“La mordacidad chocarrera/bufonesca y teatrera  es ajena al orador. Más aún, la obscenidad debe estar ausente tanto de las palabras cuanto del sentido.” Inst. VI 3, 29

“También ha de evitarse que no  parezca lo que decimos como petulante, ni engreído,  ni fuera de lugar o tiempo ni preparado ni traído de casa.” Inst. VI, 3, 33

“Contra los desgraciados es inhumana la broma.” Inst. VI, 3, 33

“Pero hay también hombres de tan aceptada autoridad y conocida honradez que  la petulancia contra ellos en el hablar resulta perjudicial.” Inst. VI, 3, 33

“Hace mal efecto recurrir a lo que afecta a muchos, si se refiere a naciones, o clases sociales, a condiciones de vida o al empeño de muchos.” Inst. VI, 3, 34.

“Todas las cosas que diga un hombre bueno (orador) lo debe decir de manera que quede a salvo su dignidad y honra, la risa es un precio demasiado alto si se consigue a costa de la honorabilidad.” Inst. VI, 3, 35

El humor incide especialmente en los sentimientos, ayuda a variar la posición o visión sobre un determinado asunto hasta conseguir incluso que cambiemos de parecer, o suaviza tensiones de otro modo crecientes y decisorias.

“Aunque el hacer reír parezca cosa liviana y a la que se llega por  bufones, comediantes, y  al fin bobos, tiene, sin embargo, no sé qué fuerza poderosísima a la que apenas se puede resistir.”  Inst. VI, 3, 8

“Pues estalla a menudo sin que queramos, y no sólo arranca la confesión de nuestro rostro y voz, sino que todo el cuerpo se mueve por su fuerza.  A menudo, como dije, proporciona un giro decisivo a cosas de máxima importancia, pues suele quebrar el odio y la ira.” Inst. VI, 3, 9

El estilo y el humor añaden cualidades poderosas y convenientes para que aquello que en la demostración hace latir el corazón de las argumentaciones, se muestre resplandeciente, atractivo  y deleitoso a quienes escuchan y deciden sobre la actuación del orador.

“La elegancia no reside tanto en  las expresiones singulares, como en el colorido del conjunto del discurso”  Inst. VI, 3, 10

Extracto de mi artículo :“Guía de oratoria forense. Estilo y humor en el discurso forense”. Iuris, nº 200, octubre (II) 2013, 26-29.

 

5. W Questions

 

 

Quizá haya visto las llamadas «W Questions» o «W Tag» como la más rabiosa actualidad para analizar el contexto de una presentación o de un discurso. Se estudian en periodismo para orientar un artículo y como análisis de casos. Se ofrecen como el último hallazgo para oratoria moderna y presentaciones eficaces. Además, se dicen en inglés, que «mola mazo».

Las llamadas «circunstancias» llevan siglos entre nosotros. Se atribuían a Hermágoras de Temnos del s. I a.C., pero se  pueden encontrar ya en Aristóteles, en la Ética a Nicómaco, como factores para analizar las acciones humanas. Santo Tomás las describe en ST II, I, 7, 3. También se refiere a ellos Cicerón en De inventione, también Boecio y Quintiliano, de diversas maneras.

Estas preguntas se formulan de diferentes maneras, pero aquí vamos a utilizar el hexámetro:

                        quis, quid, ubi, quibus auxiliis, cur, quomodo, quando

                quién, qué, dónde, con qué medios, por qué, de qué manera, cuándo

Desde un punto de vista retórico, estas preguntas trazan el horizonte en el que se va a mover una causa y su presentación ante el auditorio, especialmente en el discurso forense, pero se pueden aplicar a los diversos tipos de intervenciones.

Se memorizan fácilmente y sirven para siempre. Apréndaselas.

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