En la anterior entrada vimos cómo conseguir calma mediante la respiración para alcanzar silencio. Pero el silencio no consiste en la ausencia de ruido externo, sino también de sosiego. Para lograrlo, vamos a dar tres pasos más una vez que ya hemos establecido la respiración:
5. Deje fluir lo que vaya apareciendo por su cerebro, no lo dirija, no lo censure: imágenes, sonidos, sensaciones…
6. Concéntrese en un asunto que le interese y deje fluir de nuevo ideas y sensaciones y emociones sobre él.
7. Cuando se note cansado, déjelo.
Fíjese que lo que interesa no reside en las conclusiones que se puedan extrae de ese pensamiento, como ocurre en algunas técnicas de pensamiento creativo, sino de detenerse en el silencio. Pero el silencio no es puramente algo exterior, sino una actitud interior hacia las cosas, que se centra en una escucha atenta de sí mismo y de lo exterior, antes que dejarse llevar por el ruido.
La contemplación de las cosas nos lleva hacia el silencio, desde el exterior al interior. Y desde ahí podremos intentar crear.
Ante una presentación o discurso enseguida nos planteamos la ejecución, el desarrollo, los gestos, el vocabulario a emplear…. Corremos el riesgo de oscurecer un requisito imprescindible para el orador: cultivar el silencio.
Los antiguos hablaban de dos operaciones mentales previas a la elaboración del discurso que consistían en entender la cuestión de la que se iba a hablar (intellectio) y encontrar los materiales a emplear en esa exposición (inventio), los argumentos, los ejemplos, los signos que se pueden utilizar. Hablaremos de eso también, pero quiero exponerle un paso anterior desde donde nace fuerza interior para afrontar la situación en que nos pone hablar.
“La acción nace de una mente silenciosa, es la cosa más bella del mundo”
(Osho, Creatividad)
Todas las producciones humanas aparecen primero como ideas en el interior de una mente que observa, que establece relaciones y que se detiene en lo que le parece interesante.
Y, sin embargo…, ocurre que a veces resulta difícil no sólo estar en silencio, sino también encontrarlo:
Por otra parte, no debe olvidarse que los efectos del ruido también pueden afectar a la persona, aunque esta no sea consciente de ellos, incluso siendo bienvenido el ruido” (Guski, El ruido)
¿Qué dirá? Expectación, energía, concentración
Le voy a proponer un sencillo método para ejercitar la contemplación, es decir, la capacidad de estar en silencio consigo mismo.
El método es sencillo, sí, pero requiere algo de constancia para poder sacar resultados. Quizá al principio le cueste trabajo, porque no siempre resulta fácil alcanzar y soportar el silencio. Siga los siguientes pasos:
Busque un lugar tranquilo
Siéntese. No ponga música
Cierre los ojos (más tarde los dejará abiertos)
Respire siguiendo un ritmo:
Inspire
Espere un momento lleno de aire
Espire
Espere un momento vacío de aire.
(Siga así así rítmicamente. Luego se olvidara de la respiración)
Deje fluir lo que vaya apareciendo por su cerebro, no lo dirija, no lo censure: imágenes, sonidos, palabras…
Deje fluir emociones y sensaciones (paulatinamente le alcanzará solo el flujo silencioso de su cerebro)
Cuando se note cansado, déjelo. Si se adormece, duérmase
Concéntrese en un asunto que le interese y deje fluir de nuevo ideas y sensaciones y emociones sobre él. (Esta última, para encontrar ideas sobre algo)
El silencio consiste en una actitud interior, que se centra en la escucha atenta de sí mismo y de lo exterior. Por eso desaconsejo la música, un arte al que hay que prestar atención para no convertirlo en ruido.
La contemplación de las cosas nos lleva hacia el silencio, desde el exterior al interior. Podemos manejar con cierta facilidad el ruido externo, pero el interno es más complicado. El método que le propuse antes, si lo practica con asiduidad, le ayudará a acercarse y conseguir ese silencio interno en el que podremos encontrarnos con nosotros mismos y, desde un punto de vista más práctico, hallar los motivos, temas y palabras con las que expresarnos en nuestra vida cotidiana y a la hora de hablar en público.